Mientras que millones de seguidores al fútbol en todo el mundo, desean conocer los resultados de sus respectivas selecciones para saber si su equipo llegará a la gran final, los corredores de apuestas ilegales en Asia también viven pendientes de dichos encuentros, ya que resultan una ocasión única para desarrollar sus negocios de forma ilícita.
El Mundial 2014 de Brasil está resultando ser una gran oportunidad empresarial para las casas de apuestas legales en Asia, ya que los aficionados asiáticos suelen ser propensos a realizar grandes volúmenes de apuestas en torno a los partidos, algo de lo que se aprovechan, en gran medida, las casas de apuestas ilegales, sobre todo, en el este asiático.
El problema de las apuestas deportivas en Asia consiste en que, mayoritariamente, son ofrecidas por operadores monopólicos estatales radicados en la China continental, Hong Kong, Macao, Singapur, Korea del Sur, Japón y Taiwán. Concretamente, la provincia de Cagayan en Filipinas es la sede de 68 empresas de apuestas online.
En muchos otros países, como por ejemplo, India, Indonesia y Tailandia, las apuestas deportivas están prohibidas, sin embargo, centenares de operadores online ilegales que no pagan impuestos, están prosperando económicamente, debido a que ofrecen mejores precios, más probabilidades de ganar y una mayor variedad de mercados a los que apostar. A modo de ejemplo, el Hong Kong Jockey Club, uno de los mayores operadores de apuestas del planeta, informó que el volumen de negocios de apuestas legales durante el Mundial de Sudáfrica se redujo un 1,6% en comparación con las cifras obtenidas en la edición de 2006 en Alemania.
Así pues, Asia representa casi la mitad de los 700.000 millones de dólares que generan las apuestas ilegales en todo el mundo, cifra que da a entender la magnitud del negocio ilícito de las apuestas deportivas en el continente asiático.
En este sentido, se estima que el mercado negro de las apuestas deportivas es empleado por las organizaciones criminales para lavar más de 140.000 millones de dólares al año, lo que supone una cifra demasiado elevada para que el problema pueda erradicarse, a pesar de la preocupación y las medidas adoptadas en contra de este tipo de actividades por las agencias reguladoras de los distintos países.