| Miércoles 8 junio 2011 |
Crítica de la película Kung Fu Panda 2. Vaya por delante mi primera confesión, “No he visto Kung Fu Panda, la original”. Y aunque soy fan del cine de animación desde mi más tierna infancia, debo decir que todas las maravillas de Pixar son muchísimo más profundas y adultas que algunas cosillas que se ven por ahí con actores de carne y hueso.
La razón que motiva el hecho de no haber visto la primera parte se llama DreamWorks, ya que esta compañía nunca consigue interesarme. Sin embargo, la razón no es su estilo de animación, sin duda inferior al de la mencionada Pixar, sino lo que ocurre en sus historias, que rara vez son historias.
Se trata más bien de una idea sin un desarrollo acorde a la misma, y de una sucesión de bromas y supuestos chistes que no siempre dan en el blanco del sentido del humor del espectador que sobrepase los 5 años de edad.
A pesar de la simpleza de la historia, la cual se puede seguir perfectamente sin haber visto la primera parte, durante todo el rato se tiene la sensación de que la misma historia en manos de Pixar hubiese dado mucho, muchísimo más de sí, a poco que alguien se hubiese molestado en incluir detalles más digeribles para los que ya no somos niños.
La película es entretenidísima, sí, y el sentido del humor funciona muchísimo mejor de lo normal en las películas de la casa, pero todo parece tan pensado, tan calculado y tan predecible que carece del alma que impregna las películas de Disney y Pixar.
Pero, dicho esto, lo cierto es que no hay mucho más que criticar en la película. La acción es trepidante e impide el aburrimiento, la animación es francamente impresionante, el flashback que explica el pasado de Po es emotivo, la música del maestro de maestros Hans Zimmer es una maravilla, y el diseño de personajes es muy acertado.
Dreamworks, esta vez, nos regala una buena película, y eso siempre es motivo de celebración, sin embargo, las nuevas aventuras del panda guerrero podrían y deberían haber dado más de sí. Mucho más. Lástima.