Crítica de la película ¡Qué Dilema!

| Jueves 9 junio 2011 |

Crítica de la película ¡Qué Dilema! Existe algo aún más difícil que hacer una comedia o un drama, y es que querer mezclar los dos géneros en una misma película, un siempre difícil equilibrio entre cuando hacer reír o cuando emocionar, o al menos sobre cuando intentar cualquiera de las dos cosas.

Por esto mismo “¡Qué dilema!” es un film fallido de inicio, recordemos que si bien intentarlo es de valientes esto a su vez también es el primer paso hacia el fracaso pues, como bien decía Sean Connery en el “Alumbramiento de Bay”, “Los fracasados siempre alegan haber hecho lo que han podido. Los ganadores se van a casa y f***** con la reina del baile…”.

En esta ocasión Ron Howard, un director a menudo interesante y casi siempre eficaz, no se ha ido a casa y (perdonen mi lenguaje) se ha beneficiado a la reina del baile.

Algo que creo que tampoco consiguió el soso de Vince Vaughn con esa reina llamada Jennifer Connelly, limitada en los últimos años a que su belleza no pase de simple adorno prácticamente desde que el propio Howard le concediese la oportunidad de ser reconocida con un Oscar por algo más que su “Mente Maravillosa”.

En realidad, si hiciéramos una lista con los pros y contras que presenta muy probablemente el balance estaría equilibrado y el “Pasable” de FilmAffinity sería la opción más aceptable.

El problema es que resulta insulso, anodino y, lo repetiré una vez más, tremendamente aburrido, tanto que aún siendo mejor película que cualquier comedia romántica carece de la más mínima chispa que estas pueden llegar a presentar ocasionalmente.

Traducido al idioma de Cervantes el resultado es una palabra, indiferencia,  ya que como comedia no hace gracia y como drama no emociona más que un anuncio de Tampax.

Y es que por no provocar no provoca ni rechazo ni odio ni nada por el estilo por lo que merezca la pena ser cruel con ella, tan sólo ese tedio y aburrimiento que conduce a mirar constantemente el reloj e inducirnos a esa paranoia en la que ni siquiera somos capaces de pensar en otra cosa más que en la sospecha de que las agujas están haciendo un poco el vago para reírse de nosotros.