Cultivo y cuidado del Rábano

El Rábano (Raphanus sativus) es una planta que se cultiva por sus raíces comestibles, caracterizadas por un color rojo intenso.

El Rábano es sencillo de cultivar, ya que no requiere de excesivos cuidados, y además, gracias a su rápido crecimiento, podemos disponer de éstos durante todo el año si vamos plantando una hilera nueva cada 15 días.

Siembra del Rábano

La siembra debe realizarse de forma directa desde inicios de la primavera hasta finales del otoño, depositando las semillas a una profundidad de 1 ó 2 cm, y dejando una separación de 5 cm entre planta y planta. Si vamos a sembrar varias hileras de plantación, dejaremos una separación entre ellas de entre 5 y 10 cm.

Condiciones climatológicas del Rábano

El Rábano es un cultivo de climas templados, por lo que precisa de una temperatura de 20-25oC para su germinación, y una de 18-22oC para su correcto crecimiento. Del mismo modo, esta planta no soporta bien las heladas, dado que las temperaturas inferiores a 2oC pueden causarle la muerte.

Para favorecer el crecimiento de éste, ha de disfrutar de, al menos, 4 horas de luz solar diaria, aunque puede tolerar la falta de ésta.

Suelo del Rábano

Se adapta bien a cualquier tipo de suelo, pero prefiere aquellos profundos, arcillosos y neutros, por lo que si nuestro suelo es ácido, deberemos añadirle cal, ya que éstos no le gustan. Del mismo modo, tampoco tolera la salinidad.

En cuanto al riego, es importante que el terreno se mantenga siempre húmedo, pero evitando los encharcamientos, por lo que será necesario que el suelo presente un buen drenaje. Es necesario saber que si se le proporciona poca agua al Rábano, éste se volverá fibroso, y un exceso de la misma, provocará que se ahueque.

También cabe mencionar que no es un cultivo muy exigente en cuanto a nutrientes, no obstante, sí que se le puede ofrecer materia orgánica para mejorar la producción.

Cosecha del Rábano

Se pueden recolectar los Rábanos pasadas 4 ó 6 semanas después de la siembra, siendo fundamental cultivar la cantidad justa, ya que no se les puede dejar por mucho tiempo en la tierra una vez hayan madurados, ya que de lo contrario, se volverán duros y tomarán un sabor amargo, siendo imposible comerlos.