La displasia de cadera en perros. Consecuencias

La displasia de cadera en perros es una enfermedad ósea muy frecuente en los perros, afecta a la unión del hueso de la pelvis y el fémur, los cuales, no encajan a la perfección, lo que provoca un desgaste prematuro de la articulación y de los cartílagos que la conforman.

Aunque aquí sólo vamos a hablar de la displasia de cadera, hay que señalar que la displasia puede producirse en otras articulaciones, como por ejemplo, el codo.

La displasia de cadera es una enfermedad hereditaria, provocada por varios genes, y aunque no está presente cuando el cachorro nace, o al menos no es visible, es de origen congénito.

Esta enfermedad se va desarrollando según va creciendo el cachorro, pudiendo darse en el primer año de vida o incluso más tarde, dependiendo de la calidad de vida que le ofrezcamos a nuestro perro.

La displasia es una enfermedad que dañará a nuestro perro interiormente, no obstante, también se verá afectado exteriormente a la hora de realizar las actividades en el día a día.

Las principales consecuencias que tiene esta enfermedad, son aquellas que podemos observar con el paso del tiempo, y que nos dirán que nuestro perro padece de displasia. Entre ellas podemos señalar:

– Rechazo a jugar durante largos periodos de tiempo, a subir escaleras, a correr y saltar, etc… llegando a la inactividad.

– Caminar con las patas traseras juntas dando pequeños brincos.

– Dolor cuando le tocamos o le acariciamos la cadera.

– Dificultad para levantarse después de un reposo prolongado.

– Se sienta siempre sobre un mismo lado con las patas juntas.

Todos estos síntomas pueden agravarse con el paso del tiempo si no ponemos remedio lo antes posible, por lo que es aconsejable llevar a nuestro perro a revisión para descartar o confirmar la enfermedad, si presenta alguno de ellos.

Si la displasia de cadera no es tratada a su debido tiempo, puede evolucionar de una manera poco favorable para nuestro perro.

Para determinar cómo de avanzada está la enfermedad, puede utilizarse el denominado ángulo de Norberg en una radiografía que hayamos realizado previamente, y que consiste en trazar una línea que vaya desde el centro de una cabeza femoral hasta la otra, para posteriormente trazar otra línea que vaya desde el exterior de la cabeza femoral al borde del acetábulo, es decir, el hueco del hueso de la pelvis, formando así un ángulo que nos dirá en qué grado o etapa se encuentra la displasia.

Según este método, las distintas etapas de evolución de la displasia de cadera son:

– Si el ángulo es mayor de 105º, el perro no tiene displasia.

– Si mide entre 100-105º, el perro presenta displasia leve.

– Si el ángulo está comprendido entre 90-100º, la displasia es moderada, acompañada de enfermedad degenerativa articular y aplanamiento del acetábulo.

– Si mide menos de 90º, el perro manifiesta una displasia grave, pudiendo llegar a presentar luxación.

Como podemos ver, si no lo tratamos a tiempo e ignoramos los síntomas que puede llegar a mostrar nuestro perro, la displasia de cadera irá agravándose con el tiempo, produciéndole dolor extremo, y haciendo que cada vez se sienta más abatido y apático.

Por este motivo y si queremos que nuestro perro tenga una vida sana y normal, a pesar de padecer displasia de cadera, será imprescindible actuar cuanto antes para que su enfermedad no vaya a peor.

El tratamiento más común que se suele utilizar, es aquel basado en condroprotectores, como la condroitina, sustancia encargada de evitar que el cartílago articular sufra un mayor desgaste, amortigüe los movimientos y evite dolor a nuestro perro.