Macro Especial Fin de ETA: Los secretos que llevaron a anunciar el cese definitivo de la lucha armada

El 20 de octubre de 2011, un mes antes de las Elecciones Generales que llevarían al PP al trono, la cúpula de la banda terrorista ETA anunciaba el cese de la actividad armada mediante la filmación de un histórico comunicado, un hecho, que a pesar de que pudo resultar sorprendente para la ciudadanía española, solamente era un paso más en el milimétrico plan estratégico que los diferentes sectores de la banda terrorista habían estado diseñando durante los meses precedentes. Conozcamos los secretos que fraguaron el histórico comunicado.

Los acontecimientos se desencadenaron a las 7 de la tarde del 20 de octubre de 2011, cuando tres individuos encapuchados comparecían ante las cámaras de la BBC británica y procedían a la lectura del histórico comunicado.

No obstante y antes de comenzar a detallar los sucesivos episodios que llevaron a la cúpula de ETA a comparecer para el anuncio el cese de su actividad armada, resulta necesario conocer cuál era la auténtica situación de la banda terrorista, en los meses anteriores al anuncio.

En su momento publiqué que el Mi6 (Servicio de Inteligencia Británico) había comunicado al CNI, que la banda terrorista ETA había establecido numerosos contactos con la BBC, para que emitieran un posible comunicado.

En su comunicado, ETA realizó una petición para que los gobiernos de España y Francia entablaran “un proceso de diálogo directo“, para de este modo resolver “las consecuencias del conflicto y así poder superar la confrontación armada“.

Estas palabras, extraídas textualmente del comunicado hecho público aquel 20 de octubre, coincidían exactamente con las aprobadas en la Conferencia de Paz de San Sebastián, donde revelé que todo el texto allí leído se trataba de una “completa pantomima“, ya que había sido elaborado y redactado días antes por miembros del entorno de ETA y asesores políticos del PNV.

En la declaración, ETA insistía en la idea de que el compromiso de ambas partes debía ser “claro, firme y definitivo” y que a partir de ese momento, comenzaba “un nuevo periodo político” en Euskadi.

Yo conté como determinados dirigentes de ETA habían exigido al Gobierno, durante la celebración del Gudari Eguna (Día del Soldado Vasco), una serie de “gestos de acercamiento” como contrapartida inicial a la emisión de un posible comunicado, donde anunciarían el “fin de la actividad armada”.

La banda terrorista aseguró también que “la crudeza de la lucha armada, se había llevado la vida de muchos compañeros y compañeros para siempre“.

Con esta frase, no sólo quisieron rendir homenaje a sus “caídos“, sino que también querían defender la ley de Memoria Histórica llevada a cabo por Bildu, en diferentes ayuntamientos del País Vasco y Navarra.

No obstante y a pesar de que el anuncio de ETA pudiera parecer el desarme definitivo de la banda, las Fuerzas de Seguridad del Estado pudieron comprobar que ETA era en realidad un gigante dormido pero armado, cuyo arsenal oculto podría llevar a determinados miembros a mantener el conflicto armado hasta que lograran alcanzar su reivindicaciones.

Veamos ahora, como las divisiones en el seno de ETA, denunciadas por los presos etarras arrepentidos, ejercieron un papel fundamental en el anuncio de este último comunicado.

A pesar del anuncio definitivo del cese de la actividad armada, un determinado sector de ETA, denominado el “núcleo duro“, consideraba una “bajada de pantalones totalmente indigna con la identidad vasca“, el hecho de apostar por la vía democrática para la resolución del conflicto.

En el otro lado, entre aquellos presos que sí mostraban su interés por el abandono de las armas, hubo también numerosas escisiones y enfrentamientos entre compañeros.

Por un lado, estaban aquellos presos que deseaban una solución pacífica del conflicto, y que para ello decidieron firmar una carta de arrepentimiento y de condena pública a la actividad de ETA, como fue el caso de Iñaki Orotegi.

O también, el caso de los conocidos como los “traidores de Nanclares“, aquellos que firmaron cartas de condena pública a ETA, a cambio de ser trasladados a la nueva prisión de lujo de Nanclares de Oca, que el Gobierno del PSOE habilitó especialmente para presos arrepentidos.

Dicha escisión entre ambos bandos, provocó un episodio de gran relevancia durante la firma del “acuerdo de Guernica“, donde el EPPK (colectivo de presos etarras), se negó en rotundo a firmarlo, sí en él, se incluía a los compañeros de Nanclares.

Pero no sólo fueron estos enfrentamientos internos los que llevaron a ETA a anunciar su rendición. El hecho de que tras las sucesivas detenciones, cada vez más frecuentes, de los dirigentes de ETA, provocó que sus sustitutos en la banda, fueran cada vez más jóvenes e inexpertos, lo que les llevó a ser descuidados y a que las Fuerzas de Seguridad del Estado pudieran identificarlos rápidamente y detenerlos nuevamente.

El descabezamiento sucesivo de la cúpula dirigente, unido al ascenso de etarras veteranos en Latinoamérica, propició un aceleramiento de los acontecimientos que ni las propias Fuerzas de Seguridad del Estado previeron.

Pero veamos ahora, como también el papel desempeñado por las fuerzas políticas vascas resultó crucial en este desenlace, no sólo por parte de Bildu, sino especialmente el PNV.

El principal actor en esta función de teatro fue el PNV, quién como ya contamos en la primera parte del especial, había sido la “cabeza pensante” que redactó el contenido que posteriormente se leería en la Conferencia de Paz celebrada en San Sebastián.

El PNV, a través de su presidente Iñigo Urkullu deseaba recuperar así su privilegio como primer interlocutor de ETA, el cual, había ido cediendo en favor de Bildu, provocando una auténtica crisis institucional en la formación nacionalista.

Por ello, decidió declarar la “guerra política a Bildu“, intentando excluirla del proceso de paz en Euskadi, como un modo de unir fuerzas en torno a Urkullu y poder establecerse como el “altavoz del independentismo vasco“.

Sin embargo, la legalidad de Bildu, ejerciendo como “brazo político oficioso de ETA“, supuso que todo este proceso se acelerara de forma significativa. Desde el primer momento en que tomó posesión del cargo, Bildu tenía marcadas sus líneas de actuación respecto a su política de gobierno.

Varios fueron los episodios donde se puso a prueba los principios de Bildu y su apoyo por una izquierda abertzale más democrática y unificadora, como por ejemplo, el incidente de Alsasua.

Sin embargo, sin la participación decisiva de Josu Ternera, autor intelectual del comunicado, jamás podría haberse dado este trascendental paso.

Por último y quizás el episodio clave a nivel político, fue la posibilidad de que la formación Amaiur (coalición Bildu-Aralar), tuviera posibilidades reales de tener representación electoral en el Congreso de los Diputados, lo que posteriormente supuso, que por primera vez en la historia de la democracia, un partido político abiertamente por-etarra tuviera voz y voto en la institución más representativa del Estado español.

Y es que a pesar de que la ideología de ETA pudiera estar representada en el Congreso de los Diputados, para una facción de la banda, “los irreductibles“, la solución pacífica significaba “una bajada de pantalones” a los principios por los que habían luchado durante 40 años, y por tanto, se opusieron desde un principio a que Amaiur fuera la solución definitiva al conflicto vasco.

Esta facción de la banda, también se opuso frontalmente a Arnaldo Otegi, quien había sido encarcelado un mes antes por ejercer apología de ETA y haber intentado refundar la ilegalizada y extinta Batasuna, y cuya apuesta por una solución pacífica del conflicto fue interpretada como una “maniobra cobarde” para intentar convertirse en el nuevo lehendakari del País Vasco.

En los días posteriores al anuncio, se pudo conocer la identidad del responsable de la lectura del comunicado en castellano, David Pla, número uno de la cúpula dirigente y cuya ignorancia en el euskera, no le impidió ascender hasta lo más alto de la banda terrorista, pero sí que le ocasionó más de una crítica procedente desde su entorno más cercano.