Los australianos ocupan el primer lugar en el ranking mundial que analiza las pérdidas procedentes del juego, en relación con el ingreso per cápita de cada ciudadano. Así al menos es lo que se deduce de un estudio realizado por la comunidad terapéutica «Centro Sociale Papa Giovanni XXIII», el cual, trata problemas sociales relacionados con la drogadicción y la ludopatía.
Según este informe, las pérdidas alcanzan los 795 dólares anuales por habitante, mientras que los italianos se sitúan en 2ª posición, con unas pérdidas de 400 dólares. En 3º lugar, tenemos a los canadienses con unas pérdidas de 388 dólares.
Respecto a los países, EEUU es el primer país en el mundo en cuanto a pérdidas por el juego, alcanzando los 119.000 millones de dólares, seguido de China con unos 76.000 millones, Japón con 31.000 millones, e Italia con 23.000 millones de dólares, según los datos facilitados por la consultora H2 Gambling Capital.
La consultora ubica a Italia en el cuarto lugar de la clasificación mundial, primero en Europa, y entre los únicos países del mundo que pierden más de 10.000 millones de dólares anuales al año en juegos de azar. Durante 2013, los italianos gastaron en juegos de azar 84.700 millones de euros, de los cuales 67.600 millones de euros fueron reintegrados a los jugadores en concepto de ganancia en el juego. La pérdida global de los jugadores italianos en el juego, durante el año pasado, alcanzó los 17.000 millones de euros, según los datos proporcionados por el ente regulador del juego de ese país.
El director de la organización, Matteo Iori, ha querido explicar además que, «según la información sobre la riqueza per cápita en cada país, el rédito anual de cada australiano alcanza los 64.863 dólares, mientras que el de cada italiano es de 34.714 dólares, lo que significa que en realidad, en Australia se gasta en juego el doble que en Italia, ya que también se gana casi el doble«.
Por último, la organización añade que «otros países pierden menos dinero procedente del juego que Italia, pero sin embargo, sí que ofrecen más recursos en términos de asistencia, tratamientos y programas de prevención de juego compulsivo. Resulta extraño que el Estado no garantice el tratamiento a los jugadores patológicos, del mismo modo que lo hace con otras formas de dependencia«.